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El Ano Santo - mas

En el año 1900, particularmente en Roma, fue celebrado el Año Santo, promulgado por el Papa León XIII. ¿Qué pensó el P. Dehon al respecto? En diciembre de 1899 publicó en su periódico "El Reino del Corazón de Jesús en las almas y en la Sociedad" su ‘Crónica’:

"Año Santo. Actualmente, todo el mundo en Roma no habla de otra cosas más que del Año Santo. Todas las imaginaciones trabajan. El Santo Padre está muy complacido en ver a un gran número de sus hijos. Los católicos de toda Europa que no dejan de querer obtener las gracias del jubileo. Será una renovación espiritual para el mundo católico. La devoción engrandecerá Roma. Uno deberá rezar un poco más. Dios estará contento con sus hijos y tendrá piedad dela Iglesia y de las naciones".

Dehon no dejó escapar que el Año Santo constituía un evento a la vez religioso y económico de primera importancia:
"La gente piadosa de la vieja Roma miraba hacia las bellas solemnidades y a los incontables peregrinos. La capacidad de los hoteles y de los comerciantes de objetos devocionales estaban atentos para verse inundados de oro Año Santo.

Para el P. Dehon, el Año Santo no se refiere sólo a una santificación personal, por el contrario subraya:
"El carácter social y democrático del Jubileo…En muchas encíclicas, León XIII ha indicado la misión del Estado, el cual es bello y grande, pero subordinado al Reino de Dios…El reinado social de Cristo, ése es el espíritu de este Jubileo…Tiene un carácter democrático también. El Papa no invitó a los príncipes, pero sí a los pueblos, y más preciso aún, al pueblo cristiano. Y está complacido en que verá venir las organizaciones democráticas. El gran día en que se abra la Puerta Santa, los Círculos, los sindicatos, las cajas rurales, los comités estarán presentes".

Típicamente, para el P. Dehon las conclusiones de su reflexión sobre el Año Santo están marcadas por su propio optimismo y activismo, especialmente cuando en Francia mucha gente era movida por un miedo de fin de siglo.

"Confiemos en la divina misericordia. Por cierto, la desesperación no es buena para nada, lo único que produce es debilitar la voluntad y paralizar las almas".
(Citas tomadas de Chronique du Règne, Décembre 1899, Février 1900, OSC V-2, p. 358.370)




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