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Horrores de la guerra - mas

La fotografía muestra algunas ruinas de la ciudad de San Quintín durante la primera guerra mundial. Durante esos años, a través de innumerables cartas, el P. Dehon intenta mantenerse en contacto con sus cohermanos que están en la guerra, sobre todo para confortarles. Uno de esos cohermanos es Paul Crépin (1893-1918), quien hizo su primera profesión en 1910 en Manage (Bélgica). Su carta, a comienzos de Enero de 1918, es un documento impresionante y emocionante.

28.1.1918:

"Reverendísimo Padre:
No encontramos aquí ninguna trinchera sino únicamente agujeros de obús llenos de agua, en un célebre bosque donde no queda nada más que algún que otro miserable tronco que los obuses no han querido arrancar. A nuestro alrededor nada más que devastación: no puedo descubrir más de dos metros que no hayan sido destrozados; cadáveres ya viejos que me siento en el deber de enterrar. No lejos de nosotros... el alemán.

Todo eso me da pie a profundas reflexiones. ¡Usted no conocería al joven tímido de antes! La guerra me ha cambiado mucho para hacerme hombre de situación: cada cosa en su tiempo. Por el momento, la guerra; si sufro a veces es por culpa de la guerra, cuando tengo suerte, es también por la guerra. Es fatigoso, al fin, se entiende, pero tengo tal aversión a los alemanes que no les podré ver en adelante ni en pintura. Tengo la ocasión para ello en este momento, pero es para vengarme. Estoy contento de pertenecer a un cuerpo que no admite la fraternidad. Y estoy orgulloso de haber sido llamado, pues yo no lo he querido, a inculcar mis sentimientos a algunas decenas de camaradas. Yo no corro más riesgos por eso. La experiencia lo confirma, y además creo que estoy protegido de una manera particular.

La guerra también me ha hecho conocer la vida y lo que la vida es en presencia de la muerte.
Fuera de esas pocas horas de meditación, olvido todo para alegrar un poco a mis camaradas. Es un bello apostolado después de más de tres años de guerra. Usted puede estar seguro que habré hecho mi deber.
Con lástima me despido, ¡es el servicio quien me reclama! Pero, ¿cuándo podré volver a verle?”
(Arch. Dehon. inv. 0067104).

Cinco meses más tarde, en una de las últimas grandes batallas en el departamento de l'Aisne, a la edad de veinticinco años, cuatro meses antes de finalizar la guerra, Paul Crépin murió.

Horrores de la guerra