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La sobrina - mas

Marta María Luisa Dehon

Leyendo las cartas del p. Dehon a su sobrina Marta (1865-1951), se descubre un Dehon menos conocido: rico de humor, tierno e interesado en el desarrollo de Marta en los años de infancia; más tarde, en el difícil período de la enfermedad y muerte del marido, el mismo Dehon se muestra fiel, preocupado y consolador.

Cuando Marta a penas tenía un año, Dehon (él tiene 23 años) escribe desde Roma a sus padres: “Denle un abrazo de mi parte a la pequeña Marta y díganle que no como azúcar para más adelante tenga hermosos dientes y para que no sufra tanto como a veces le sucede a su tío” (8.12.1866).

El mismo afecto, pero con otro estilo y contenido, aparece en las cartas de los años 90. En el intervalo Marta ha tenido sus dos primeros hijos. En 1892 Andrés Malézieux enfermó gravemente y murió en el mes de junio de 1893. En este período León Dehon escribe regularmente a su sobrina para animarla y para orientar su atención hacia los niños y hacia su fe:

“He rezado mucho por ustedes en Lourdes. Seguiré pidiéndole a la Santísima Virgen por la salud de Andrés. Mañana mandaré un estatuilla bendita de Ntra. Sra. de Lourdes a Andrés, que podrá siempre llevar consigo en su bolsillo. Sobre todo: no nos desanimemos en las pruebas que tenemos que afrontar. La mejor consolación nos viene de la religión. Las distracciones y las fiestas nos hacen olvidar los sufrimientos por algunas horas, pero después los encontramos incluso más agudos y dolorosos. El único remedio eficaz es la oración, la lectura devota y el abandono en la Providencia” (30.8.1892). Habla obviamente aquel que ha sufrido tanto en los años 80 y 90.

Después de la muerte del marido de Marta, León Dehon intenta consolarla, a veces recurriendo al humor: “Pienso a menudo en los dos traviesos. Más adelante también ellos visitarán Italia y se instruirán en torno a los grandes recuerdos del pasado. Roma es interesante sólo para aquellos espíritus madurados por el estudio. Juan aprecia el bonito Arlequín de las Tullerías más que las grandes ruinas del Coliseo. Y además, tengo la sospecha de que prefiere los monumentos creados por los excelentes pasteleros de París a los construidos por los arquitectos en Roma. Un abrazo para esos dos queridos pequeñines y un saludo cordial para ustedes” (10.3.1894).

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